Hoy viajamos para disfrutar de nuestra cerveza SIN a uno de los parajes más bellos y a la vez más desconocidos que hay en España. Cruzamos Castilla La Mancha para adentrarnos en la provincia de Albacete, rumbo al sur. Aquí, casi haciendo frontera con Andalucía, está la Sierra del Segura, también conocida como “la Suiza manchega”.
Llegamos al pueblo de Bogarra y un poco más adelante, a 1.200 metros de altitud, encontramos el tranquilo y casi asilado hotel de Val de Pinares.
Alejandro Cifuentes, gerente del hotel, nos cuenta que está especialmente dirigido a parejas y familias, para que puedan disfrutar de todos los tesoros naturales que esconden estos parajes. Así que, después de admirar el increíble atardecer, decidimos irnos a descansar para lo que nos espera al día siguiente.
Arrancamos temprano con un apetecible desayuno junto a la chimenea. Hay mucho que descubrir en estos bosques, como el nacimiento del Río Mundo. “Mundo”, una palabra que hoy nos viene que ni pintada porque vamos a descubrir toda la zona de la Sierra del Segura con Antonio Veciana. Un hombre que en el año 1962 se dio la vuelta alrededor del mundo en 79 días encima de una Vespa, con su amigo Santiago Guillén.
Antonio, manchego hasta la médula, nos diseña una ruta por esta sierra, que comienza en Ayna y nos llevará por Riopar, la Sierra del Agua y terminará en Val de Pinares, donde nos enseñarán el poderío gastronómico de la zona. Él sabe mucho de planificar. ¿Cómo si no se puede dar una vuelta al mundo? “Pues con dos años y medio de preparación, siendo muy cabezones y aguantando mucho las ironías de los amigos, que nos decían que éramos unos chalados, hasta en nuestra propia casa… pero al cabo de dos años y medio, Santiago y yo salimos en la moto y volvimos a los 79 días”, recuerda emocionado.
Nos lo cuenta junto al bosque de Los Chorros, cerca del Río Mundo. Un lugar mágico para pasear en pleno otoño. En aquel viaje apenas tuvieron tiempo para paseos, ya que fue desde el principio una carrera contrarreloj. Antonio nos comenta que “Cada día teníamos que hacer como mínimo 350 kilómetros… y eso que hubo días que estando 17 horas encima de la moto solo hicimos 120”.
Otro alto en el camino sirve para hablar de aquella Vespa en la que viajaron, llamada “Dulcinea”. Recuerda Antonio el morro que le echaron (el que se tiene con 19 años) cuando desde el teléfono público de su colegio mayor en Madrid, llamaron a Cadaqués, localizaron a Salvador Dali, hablaron con él y le convencieron para que les pintara la moto “¡Porque Dalí era así! Era un proyecto lo suficientemente raro y extravagante, como para que a una persona extravagante y rara como Dalí le cayese bien la idea” dice sonriendo Antonio. Dulcinea hoy reposa en el museo Piaggio en Italia y está considerada una de las motos más valiosas del mundo.
Seguimos con Antonio descubriendo la maravilla de estos valles y montañas viajando por algunas de las carreteras más increíbles que hayamos visto. Y rematamos la ruta con una SIN bien fría antes de comer, Antonio nos explica que “la SIN me encanta porque para ir en moto es preferible SIN que con”; además la SIN marida perfectamente con el menú que tenemos por delante. Arrancamos con unas migas ruleras con huevo, les sigue el famoso atascaburras a base de patata, huevo y bacalao. Después unas gachas con harina de almortas, torreznos y ajos manchegos… platos tan sabrosos y contundentes pensados para aguantar largas jornadas. Los segundos no se quedan cortos. El más típico y pedido: el gazpacho manchego de conejo y gallina de corral; tampoco podía faltar el homenaje a la caza en estas judías con perdiz y rematamos con una carrillera al vino tinto típico de la matanza. Todos los platos cocinados con maestría por el chef del hotel Val de Pinares.
Y así, con una buena sobremesa para hacer la digestión, recordamos algunas fotos y anécdotas de aquel viaje sin igual. Como sus trajes de respeto imposibles de arrugar, los primeros hechos de tergal… cómo tenían perfectamente distribuidos los 320 kilos de equipaje, lo duro que fue atravesar Irán, Afganistan y Pakistan o como llegaron al aeropuerto de Nueva York a 10 minutos de que saliera el vuelo. Consiguiendo que les esperara el avión y que todo el pasaje les diera una enorme ovación cuando entraron.
Imposible contar el viaje completo de este hombre, todo elegancia, simpatía y amabilidad. Un viaje que nadie más ha vuelto a repetir y que hace que, sin duda, nos sintamos orgullosos y honrados de haber compartido estas horas con él. Salud Antonio y hasta pronto.
Enhorabuena familia Cifuentes. Abrazos a todos