Esta es la segunda parte de un viaje que comenzamos como algo fácil y sencillo, pero que se convirtió en toda una aventura. Recordemos lo que pasó: salimos de Madrid con dirección a Valencia. En el camino, una tormenta de nieve nos dejó atrapados en el pueblo de Cañaveras a 40 km de Cuenca. Hicimos noche en un convento del siglo XVI y era el momento de poder ver si podíamos atravesar el infierno blanco para llegar a nuestro destino.
Volvimos a la leñera del bar en el que habíamos dejado nuestras Harleys. A pesar de haber dormido a unos diez grados bajo cero, arrancaron a la primera. Eso sí, poco más pudimos hacer con ellas. La carretera estaba impracticable. Los quitanieves pasaban cada hora, pero el viento volvía a colocar la nevisca en el asfalto y el frío la congelaba haciendo la ruta muy peligrosa. Así vimos que rodando sobre la moto no podíamos salir, solo nos jugaríamos tener una caída. No nos quedaba más remedio que pedir ayuda.
No era fácil conseguir una grúa. Los servicios de asistencia en carretera estaban desbordados por múltiples accidentes. Por eso, nos mandaron el sistema más básico para poder salir adelante. Cien kilómetros más adelante, ya sin nieve pero con mucho frío, pudimos seguir el camino. La noche se nos echó encima justo cuando llegamos a nuestro destino final: El Parador de El Saler.
Abandonamos este parador para encontramos por fin con los amigos de Sueca Iron. Momento de ir a dar una vuelta con algunas de las motos más espectaculares que han construido. Tuvimos que celebrar el encuentro y, por eso, nos fuimos a unos de los rincones más especiales que se pueden encontrar en esta zona. Escondido, solitario, junto al mar hay una pequeña casa blanca donde ponen unos arroces de infarto: La Duna. Nuestra amiga Merche nos recibió con una ronda de cervezas SIN para todos y aprovechó la ocasión para enseñarnos los fogones en donde nos estaban preparando un arroz con carabineros. Nos aseguró que parte del secreto es una buena materia prima y usar el arroz tipo Senia.
Ya con nuestra caña SIN, nuestro arroz maravilloso y el sol en la cara repasamos el viaje pensando en que maravilla es viajar en moto, en lo bueno… pero también en lo malo.