Hoy os proponemos un viaje por unos increíbles parajes algo escondidos y olvidados, digno del mismísimo Indiana Jones. De hecho, hasta finales del siglo XX sólo habitaban la zona algunos lugareños y bastantes forajidos que no deseaban ser encontrados por la justicia. Nos estamos refiriendo a los llamados Pueblos Negros de Guadalajara.
Saliendo de Madrid y poniendo rumbo al Noreste, llegaremos a la provincia de Guadalajara. Siempre rodando en paralelo a la Sierra de Ayllón, nos dirigiremos hacia la montaña que más destaca de todo el paisaje, el Monte Ocejón. No tardaremos en llegar al pueblo de Tamajón y, a partir de aquí, comienza nuestra aventura.
Los pueblos negros no son sucios ni tienen un pasado oscuro. Se llaman así por su peculiar arquitectura a base de pizarra negra. Todo está hecho de ese material: muros, tejados, ventanas, calles, plazas, torres e iglesias. De todos los que nos encontraremos hay uno de especial interés ya que es el que marca el estilo de toda la comarca, La Vereda, que fija la línea de todo lo que se construya en los alrededores. Si no está previamente en La Vereda, está prohibido construirlo.
Hasta mediados de los 80, ésta era una zona mal comunicada que no interesaba a nadie, pero unos pocos “intrépidos” decidieron ir abriendo al mundo estos lugares y dando a conocer todos los tesoros naturales que escondían. Aquí podemos encontrar bosques de gran belleza como los hayedos o robledales, pero también hay cascadas, pozas y hasta una ciudad encantada creada por la erosión del tiempo en la roca caliza.
Conocemos a uno de esos intrépidos pioneros en la zona, Jorge Iñigo, el primero que decidió abrir un hotel aquí hace 16 años. Compró la vieja taberna de Campillo de Ranas, la del tío Luciano, que data de 1833. Fue reformándola poco a poco y consiguió abrir un pequeño hotel de 4 habitaciones donde todo es casero al 100%: La Casa del Sol. La antigua taberna es el comedor y la cocina, la sala de estar. Los altillos de la cosecha son ahora las habitaciones y la alcoba del tío Luciano es el único dormitorio de la planta baja. Eso sí, lo que no ha cambiado es el espacio donde las mujeres del pueblo se acercaban a coser porque siempre hacía sol y no daba el viento: la terraza de la entrada, un lugar perfecto para sentarse a disfrutar de un picoteo y una cerveza SIN bien fría.
El viajero que se acerque por estos pueblos podrá encontrar una gran variedad de alojamientos, desde el que os hemos contado hasta albergues o apartamentos para toda la familia completamente equipados. Todos se pueden encontrar en la web de la Asociación de “Viajando por los pueblos negros”.
Otro de los pueblos que merece la pena destacar es Valverde de los Arroyos que, tanto por su cuidada arquitectura negra como por la cascada que se esconde en La Chorrera, pasó de ser un pueblo que ni aparecía en los mapas, a ser nombrado como uno de los más bonitos de España.
Los amantes de la cultura y el arte también están de enhorabuena. Estamos en tierras fronterizas entre cristianos y árabes, lo que dio lugar a un románico muy peculiar como el que se puede ver en la Iglesia de Santa Coloma en Albendiego.
Así que ya lo sabes. Los Pueblos Negros son un planazo para escaparse en cualquier momento. Están cerca, son interesantes, llenos de historia, asequibles y perfectos para descansar y volver a la vida rutinaria con las pilas bien cargadas.